lunes, 11 de septiembre de 2017

Cuestión de fé


Yo no sé ustedes pero a veces pierdo la fé. Me sumerjo en un limbo reflexivo del que me cuesta salir fácilmente, y la pierdo. La pierdo con un suspiro ahogado de lágrimas internas, con desesperanza y desilusión. 

Cuando era chica y me sentía mal quería convertirme en bichito de luz, en mariposa o en vaquita de San Antonio. Me imaginaba llamando la atención de la gente en la oscuridad, coqueteando con mis alas adornadas de colores o posándome con aires de simpatía sobre la cabeza de alguien para desearle buena suerte. Después me di cuenta que eso implicaba ser también muy frágil. En un abrir y cerrar de ojos alguien podría deshacerse de mí como si nada, extinguir mi fulgor, prohibirme volar o incluso pisarme con un simple movimiento. 

El mundo, este mundo, lastima. Miseria, enfermedad, violencia, falta total de empatía, competitividad, vidas de mentira, simulaciones de cartón, cuerpos de plástico, escasez de abrazos, niños que deambulan como almas en pena. Un mundo que puede convertirse en enemigo de todo lo lindo que tiene: puede ser sólo oscuridad, puede quebrantar la ilusión, puede eliminar la vida. 

Un arsenal de preguntas me invaden cuando pienso en esto: ¿Qué hay que hacer? ¿Qué queda por hacer para cambiar la realidad que a veces me apabulla y me deja perdiendo la alegría? ¿Qué queda por hacer ante los cobardes que se la pasan criticando y odiando, enfermos de un fanatismo que les corre en la sangre fría? ¿Qué hacer frente al ataque frenético de gente que piensa que puede pisar, quebrar y eliminar? ¿Qué hacer si me siento pequeña ante un mundo amenazante que a veces sólo me transmite desprecio? ¿Dónde guardo la quimera que en algún momento creí real?

Yo no sé ustedes pero a veces pierdo la fé. Me sumerjo en un limbo reflexivo del que me cuesta salir fácilmente, y la pierdo. Hay días en que no puedo evitar sentirme como ese animalito que se desespera porque aunque brille, vuele o acaricie, su corazón termina siendo dañado. Pero no tengo dudas: lo frágil y sensible de un bichito de luz también alumbra el camino.