lunes, 17 de febrero de 2014

Inventario



Lleva veintidós primaveras vividas pero ningún ramo de flores para poder regodearse. Si le das cuerda, te arma una conferencia de prensa en vivo; habla mucho aunque a veces le gusta esconderse en un personaje nostálgico y solitario. Tiene miedos, como todos, que no se atreve a gritar por el miedo mismo que le da el golpe contra la realidad. La vida la hizo compasiva, sufre con los demás pero intenta disimularlo más por modestia que por timidez.

Lo primero que hace todas las mañanas es tender la cama. Se lava los dientes con los ojos cerrados hasta que una de las pestañas decide despertarse y despabilar a las demás. Toma el café con mucha azúcar porque es una eterna empalagosa. No sale sin desayunar ni lavar las tazas. Su terapia está en limpiar cada rincón del departamento como si ese lugar hubiera sido el sitio de encuentro de la mismísima guerra de Troya. Su gran problema son las alacenas con doble piso que requieren de esfuerzos físicos bastante complejos: sin duda, los brazos cortos no están hechos para el saneamiento profundo.

La cocina se convirtió en un lindo pasatiempo aunque, cuando está sola, come a las apuradas y sin mantel. No le gusta el silencio inquietante ni los gritos de los vecinos. Odia ir al supermercado aunque debe aceptar que en esos precisos momentos de angustia oral, no le queda otra que salir a buscar algo para sobrevivir. No le da pena el mate en soledad: es un momento propicio para reflexionar cual ducha con agua caliente. Se debe un espejo de pie grande para mirarse y encontrarse en el reflejo. Quiere mucho los abrazos de esos fuertes que te sacan la respiración. Acaricia con ganas, ama con más. 

En los días de lluvia le gusta escuchar a Silvio Rodríguez. Disfruta pensando que está sumergida en alguna película taquillera, mientras enciende sahumerios que la hacen estornudar. Lee mucho, más de lo que debería. Sus apuntes facultativos quedan relegados a un costado de la mesa mientras debate con Allende y con Benedetti. El mundo, a sus pies, es demasiado grande. Pero no le tiene miedo al mundo si sabe cómo caminarlo. 

Corre para quitarse las broncas. Llora con la canilla abierta. Sueña despierta con los ojos cerrados. Vive de recuerdos inmortales que no se cansa de contar.

/ Espera que, quizás, alguna estrella le sostenga su destino con  la fortaleza de su infinitud. /


4 comentarios:

Noelia Prieto dijo...

Un grandisimo texto, me he quedado sin palabras. Pero ella es muy yo.
Enhorabuena, de verdad.

Mica dijo...

Y es una persona que es un placer conocer, no te conozco literalmente pero con tus palabras llenas de sentimientos, podemos llegar a vos de una manera muy bonita! gracias por compartir un pedacito de vos, un beso grande anto!

Garriga dijo...

cómo es eso de que lee más de lo que debe????
hay una medida más allá de la que nosotros mismos nos imponemos para los vicios?????

Antonella dijo...

Lamentablemente, en épocas de examen sí la hay!! La vida universitaria me lo impide