sábado, 4 de mayo de 2013

Es que todo se volvió gris


 Conmigo nunca hubo medias tintas. Si vengo de una seguidilla de buena racha, azares afortunados y porvenires que pronostican buen clima, inexorablemente vendrá luego una concatenación de malos tragos. Si no se me queda atascado un pájaro en la ventana, se me quema el foco de una lámpara que está incrustada en un techo altísimo con un plafón casi imposible de sacar. Si no pierde el bidet y moja todo el baño, me salta brea de la cañería del lavadero y termino fregando cual cenicienta.

Yo no sé si pido mucho, simplemente pretendo salir de una y no entrar en otra. Quizás haya fuerzas sobrenaturales que se alían en contra de mí para provocar una instancia de nervios que se ha hecho muy cotidiana en mis últimos días. Es lo más probable. Mientras tanto, escribo.

Ayer me levanté y había un pájaro. La vez pasada fue una paloma. Por lo menos éste era un bicho más lindo  y no hacía un ruido decrépito que hiciera que me despertara a las siete de la mañana. Mi nuevo amigo no podía salir del espacio que hay entre la ventana y las rejas, así que hice la gran misión del día. Saqué mi Antonella bondadosa para ponerla al servicio de la comunidad. Me chanté unos guantes y después de catorce intentos volvió a su hábitat natural entre cables, postes de luz y árboles pelados. Cabe aclarar que no se fue sin antes dejarme unos lindos adornitos decorativos en mi ventana.

Con respecto al techo alto, no acepto risas ni chantajes. No hablo desde un posicionamiento subjetivo de poca altura en el que veo todo desde un plano inferior. No. Bueno, quizás sí, pero es alto igual. Estoy planteándome éste problema desde anoche; creo que soñé con escaleras. Es cambiar un foco, ya sé, pero resulta que cuando estás solo, aquellos problemas más estúpidos y nimios que se te puedan imaginar resultan ser toda una odisea o misiones imposibles.

La mañana de ayer fue mortal. Mientras lidiaba con un contexto poco favorable, salí en plena lluvia a reencontrarme con mi grupo de amigas impuntuales. Véase aquí la aclaración y el adjetivo: "Impuntuales". Una hora esperando. Se me acalambraron las piernas, me hice amiga de la gente que pasaba y el hombrecillo de seguridad me miraba como diciendo "¿Qué hacés todavía acá?". 

Quiero creer que esto es el resultado de la nubosidad variable que hay en la ciudad. 
Ah, y el plomero no viene hace dos semanas... Empiezo a considerar que es el único plomero en todo Rosario.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

hola!!! odio los dias de lluvia...algo tiene q pasar..me encanto tu post.


Melodías Agridulces dijo...

Ya vendrán tiempos mejores, Anto! Mientras tanto, disfruto (y disfrutá) de cada palabra que escribis. Porque son magia :)

Eli dijo...

Concuerdo. Mi mamá tambien me dice ya vendrán tiempos mejores. A no estresarse! besotes genia!

Manuel Lunari dijo...

No es solo esperar tiempos mejores, es dejar que vengan!