lunes, 30 de mayo de 2011

Los recuerdos se hacen de mujeres perdidas

Supongo que cuando estamos mal es cuando logramos exprimir nuestro yo interno hasta quedar divagando en un montón de pensamientos sobre el por qué de nuestro mal.
Un mal que arrastra días, semanas... 5 semanas exactamente hoy, qué casualidad. Llevo la cuenta como si fuera una niña que no ve las horas para cumplir los años. Qué irónico, uno crece y lo que cuenta son los días de la angustia, de la nostalgia, de las nubes, de los "lleno de grises".

Me traspasé de dolor hace un tiempo, creo que ese fue el motivo de mi negación a las lágrimas ahora. No puedo llorar simplemente porque no lo vale, porque las palabras al fin y al cabo son enemigas del tiempo y del recuerdo. Las palabras se olvidan, dejan de ser importantes. Se esconden, se ultrajan entre ellas. Ni siquiera pueden ser llamadas hijas del rigor.
Y como uno no busca que sucedan las cosas, sino que simplemente suceden, es que dejo de lado el rencor y me guardo los mejores meses que viví. Pero me los guardo por mí, porque me quiero y porque busco siempre mejorar. De a poquito el camino se va articulando solo.

Mi corazón se siente en un stand by emocional impresionante que no sabe cómo reaccionar. Uno busca encontrar respuestas, soluciones. Lo único que encontrás es encierro. Un encierro entre cuatro paredes que no te deja ver más allá de la ventana. 

Ahora sí que todo el soundtrack de Iván Noble me atraviesa las glándulas exócrinas hasta mutilarme los órganos. Bue. Y mientras el silencio decrépito se instala en mi habitación, escucho a una compañera de la pensión a las risas con el novio. VAMOS QUE LA VIDA ES UNA FIESTA, QUERIDO MONTANER.