viernes, 31 de diciembre de 2010

Veinte once




Andábamos tan concentrados en la rutina de todos los días, en el ir, en el venir, en el volver, en el hacer, en el rehacer.. que cuando menos nos dimos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos, el año se nos pasó volando. Nos llenamos de sensaciones, de recuerdos, del "Qué año inolvidable" o del "Espero que este sea mejor".

La verdad que no pretendo hacer un resumen de mi año, contando sus partes positivas y negativas para hacer una cronología de todo lo que pasé; me quedo básicamente con esos pequeños trozos de vivencias que sostengo y que espero se sigan sumando a un amplio repertorio de las páginas de mi vida.

Estoy felíz. Felíz por terminar, felíz por comenzar. Más allá de los miedos, del iniciar desde cero a sabiendas de que cada nivel se complejiza, puedo darme cuenta de que cada etapa que superamos nos da vigor para continuar y progresar con nuestros proyectos.

Gracias a todos por pasar por mi blog y leer algunas de mis experiencias anecdóticas o simples pensamientos que tengo cuando me siento frente a la pantalla para exteriorizar lo que me pasa. Me encanta leer los comentarios, me encanta pasar por otros blogs y compartir algo tan lindo como la literatura, la lectura o la escritura.

No me gustan los finales porque me dejan en lo personal una sensación de vacío, pero sí debo admitir que me conmuevo con la idea de que siempre un final te lleva a un nuevo comienzo. Un comienzo en el que empezamos siempre como principiantes. Ahora hay que aprender a jugarlo y pasar de nivel.

Feliz año nuevo. Feliz DosMilOnce para todos!! 


sábado, 18 de diciembre de 2010

Y por casa cómo andamos?



A partir de mi experiencia en la mudanza que estoy viviendo y a causa del desorden absoluto que me rodea, identificaré una serie de ítems que son parte de mi presente:

- El color marrón sin onda de las cajas no combina con las paredes naranjas de mi habitación. Véase aquí el amontonamiento de cajas. Si los mezclamos con un tono pastel anaranjado obtenemos como resultado las ganas de cortarse las venas con Gillettes Prestobarba Excel de mi padre. No sé quién diablos asesoró al creador de cajas para mudanza.

 - Ese amontonamiento de cajas del que hablaba en el punto anterior llegó a tal extremo que no me deja abrir las ventanas de mi habitación a no ser que me trepe e intente colarme en los pequeños huecos que quedan y estirar mis holgados brazos hasta alcanzar abrirlas. Eso conlleva un alto porcentaje de mi tiempo viviendo semi a oscuras.

-El hecho de vivir semi a oscuras te provoca un mal humor, una mala onda, una cara de no-felizcumpleaños importante.

-La caripela irritable hace que quienes te rodean pregunten "¿Te pasó algo?", "¿Por qué andás con esa cara?", "Uh, ¿y ahora qué te pasa?" y un centenar de etcéteras más. A lo que yo tengo que responder resoplando por dentro: "Estoy así por un par de cajas. Abstenéte de seguir preguntando."

Para resumir: Gracias cajas, me hacen la vida más fácil.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Anónimos


(Ni vos esperabas a una loca que andaba suelta por ahí y un día decidió cruzarte, ni yo esperaba tanta paciencia junta con brazos que buscan acompañarme a donde vaya.
Porque mi cara de pocos amigos, mi negación total, mi apatía constante no fueron suficientes para que dieras vuelta la cara y nos olvidáramos por completo. Desconocidos. Extraños. Anónimos.

Mi mundo empezó a tomar forma de verdad cuando me dí cuenta ingenuamente de lo que significabas para mí. Pero, ya ves, la vida no se cansa de sorprendernos. O el destino. O la simple casualidad.
Cambiamos conceptos pero seguimos insistiendo en lo mismo: ni yo te buscaba, ni vos me buscabas a mi. Y así es como suceden las realidades más reconfortantes y placenteras. Sin buscarse, sin poseerse pero a sabiendas de que somos uno. Y te quiero y te extraño y te agradezco.
Y mi vida hoy es un arsenal de felicidad...)



martes, 16 de noviembre de 2010

Sobre cómo me chanté los vestidos


De chiquita fui un pequeño hombrecito con colita atada, pie plano y una chueca que se notaba al caminar. Creo que haciendo instropectiva era el hijo varón que nunca tuvo mi papá. Futbolera y fanática de Boca. Miraba los partidos, me emocionaba, sabía los nombres de todos los jugadores, gritaba, caía en rabia y depresión cuando se metían con mi equipo.. Hasta le hacía la hinchada a mi padre cuando jugaba pequeños campeonatos entre sus amigos. No muchos de quienes me conocen tienen esa imagen de mí porque también estaba el otro lado: jugaba a las Barbies y mi madre experimentaba conmigo poniéndome vestiditos para cada ocasión que podía, combinándolos con cintas, hebillas y moños en el pelo.

Rara. Como todo en mi vida. Siempre fui de un desequilibrio bastante inusitado. Y creo que fue en el momento de crecer que tomé conciencia de lo que de verdad quería: ser más femenina. Dejar a un lado mis hábitos de varoncito. Me solté el pelo, me planté los broches de mi madre y terminé volcándome en el otro lado de la gran línea desnivelada de mi vida.
De todas maneras, cada tanto resurgen esos aspectos de mina futbolera que se enoja con medio mundo y que mira los partiditos con su papá criticando a todos los jugadores y pensando que ella juega mejor que esos par de muertos que no pueden ni jugar a la bolita y tienen que ir a aprender cómo diablos se.... Bueno, ya.

La cuestión es que mirando fotos y haciendo un breve análisis del producto que obtuve de diferentes amalgamas pude dar cuenta de esas pequeñas reminiscencias que me sacan una sonrisa. Lo recomiendo, es mejor que una sesión con el psicólogo.



*Dedicado a mi vecino gritón que me hizo reconstruír todo esto con sus festejitos por el partido con River. Para vos, salame.

sábado, 16 de octubre de 2010

Si tu viejo es zapatero...


Creo alguna vez haberlo mencionado: soy una persona que constantemente pasa papelones un tanto bochornosos. Lo cual hace provocar en mi, un sofoco constante, una risita nerviosa y un pensamiento basado en el "tragáme tierra". Tengo millones de anécdotas para contar, y lo mejor (o lo peor, no sé) es que cuando me hablan relaciono todo con las situaciones inquietantes que viví en algún momento. Y eso que tengo 18 años. Según mis cálculos, a este ritmo si llego a los 60 voy a tener tres tomos de libros basados en vergüenza, vergüenza y más vergüenza.

Hace unos días salimos en grupito a "mover las cachas" y minutos previos a retirarnos del establecimiento empezó a tocar una banda cuambianchera al estilo "el que no hace palma se deja, se deja". En fin, pagué la entrada por ende, quiero todo el servicio de la noche(?). Nos quedamos para ver cómo pintaba la cosa.
No me pregunten cómo ni en qué momento pero la gente se empezó a acumular de manera desmedida; cuando me di cuenta miré a mi alrededor y estaban mis amigos distribuidos por ahí, un tanto lejos de mí. Yo andaba en el medio de la pista con muchedumbre+gentío+multitud. Una cosa claustrofóbica.

Empezaron a saltar, la situación se volvió más bailantera y pegué un saltito para lograr un panorama más confortable (Nota de autor: la gente está muy alta ultimamente y no deja lugar para los sopetis). Resultado: se me salió un zapato. "En patas" como quien no quiere la cosa, con cumbiancheros empujando y una desesperación bárbara.
Me agaché, me tiré al piso gritando "Mi zapatooo, mi zapatooo". Pisotones, empujones, gente que miraba para abajo tratando de detectar quién era la energúmena que estaba ahí. Un muchacho africano me agarró de la cintura mientras me decía: Estás bien, estás bien??!!! "No flacoo, estoy en pata y quiero mi zapato". Al fiiiiin, allá a lo lejos, cual premio de competición estaba mi noble calzado, esquivando las zapatillas y los golpes despiadados. Salí rengueando con mi zapato en la mano y la alegría de mi vida.

Moraleja: No lleven zapatos si van a bailar porque es probable que terminen con una manada de seres encima que te impida encontrarlos.


Siempre un gusto leer lo que me dejan de comentario. Muchas, muchas gracias!!!
Pasen por Firibule! Blog genial http://firibule2.blogspot.com/



miércoles, 11 de agosto de 2010

Y ahora te sigo a toda hora


Te conocí un día de primavera en el que según vos, las musas, ninfas y todos los dioses del Olimpo se habían puesto de acuerdo para darnos cita ese mismo día, en ese mismo lugar y a esa misma hora.

Eras mi primer amor. En realidad, nunca lo supe, hasta el día de hoy en el que me encuentro sentada retratando aquél momento que tuvo demasiadas coincidencias. Mejor me retracto de lo que dije anteriormente porque en el improbable caso de que leas esto, vas a auto-convencerte para reaparecer y tocar con dos sutiles golpes la puerta de mi departamento, a sabiendas de que el timbre no anda hace seis años por falta de voluntad mía y tuya también. Y en ese acto de reaparición momentánea vas a criticar mis palabras escritas renglones arriba para poner en práctica tu orgullo insistente que siempre me superó. Para vos todo fue el destino y las meras coincidencias no existían.

Éramos dos desconocidos que querían treparse a la aventura de sentirse, abrazarse, besarse, olerse... Dos desconocidos que dejaron de serlo el día en que descubrieron que uno se reflejaba en el otro. Dos desconocidos que querían tomarse de las manos, y andar entre el campo y la escarcha, sonriendo, con un paisaje de novela que alumbrara sus amaneceres y con sus cabellos moviéndose a causa de la suave brisa que hacía entumecerlos por completo.
Nos entendíamos con miradas, nos soñábamos despiertos, nos deseábamos por completo... Éramos la auténtica figura de la pasión, de la entrega intacta, de las ansias de poseerse. Éramos la poesía de un artista y la balada de un compositor. Éramos lo que queríamos ser. Jóvenes, insensatos y libres.

No teníamos más que el calor de sentirnos poseídos, de recibir aquél frenesí con aires recíprocos, mutuos, correspondidos… Nos amábamos. Amábamos cada partícula que nos envolvía, cada atardecer que compartíamos, cada arrebato de ternura que nos entregábamos...